Transformar lo común en extraordinario

Si hay una cosa que me fascina es encontrarme en las historias que consumo. Ver una treintañera lidiando con la vida más normal del mundo, tal vez con dos hijas y completamente imperfecta (fiel descripción de mi ser) y que de repente pase algo completamente alocado. Pero ojo, que eso no hace que ahora nuestra prota sea extraordinaria. Su terrible cotidianeidad le agrega picante al asunto.

Una madre soltera que, cansada del ajetreo diario sueña con poder tomarse un día para poder ir a ver a su banda favorita, algo que parece imposible dadas las circunstancias, se despierta de repente en el cuerpo del cantante de dicha banda, mientras este despierta en el cuerpo de ella y ambos tienen que asumir las responsabilidades del otro (Cuerpos estrellados).

Una chica quemada por el trabajo que juega un jueguito de tipeo y crea un monstruo intergaláctico (Palabras por minuto).

Una científica superadas por todas las locuras del mundo y se le ocurre crear una máquina para dar el dominio mundial a los gatos (Apocalipcat). Son historias que amo —y de mi creación cara de orgullo— y que tienen esa cuestión.

¿Pero cómo? Escribir mundos donde lo imposible es parte de la vida diaria requiere equilibrio entre imaginación y realismo. Hoy quiero compartir cómo lo hago yo.

Por qué escribir lo imposible en lo cotidiano

No me malentiendas. Amo las historias de adolescentes/jóvenes adultos/seres no humanos teniendo aventuras y derrocando gobiernos fascistas y totalitarios. Tengo algunas de estas también en fila de espera y a medio hacer, pero a veces necesito ver como un ser completamente regular, sin nada especial y lleno de inseguridades, tiene sus propias aventuras, creciendo, sí, pero manteniendo su esencia.

Además, hay algo hermoso de pensar en una chica en pleno microcentro jugando en la computadora, mientras un monstruo se va acercando a la tierra devorando todo lo que está en su camino. O una madre soltera recién salida de una relación abusiva teniendo que subir a un escenario frente a miles de personas o, mejor aún, a un hombre cis-género, acostumbrado a la fama y vivir de forma irresponsable, lidiar con la crianza de una adolescente y una niña, la menstruación y el mundo del romance, mientras te acosa un ex abusivo e invasivo. (Esta última parte no es graciosa, pero de nuevo, son escenarios posibles en la realidad).

Cómo introducir lo imposible en lo cotidiano

Elegí tu punto de partida Ninguna

historia sucede en el vacío y tampoco te hace falta crear un mundo completamente nuevo y con leyes ajenas a las que tenemos en la tierra (Aunque escribir personajes muy terrícolas en mundos de fantasía también tiene su encanto).

El punto de partida tiene que ser algo del día a día. Sea una situación, como cocinar, o una sensación tan de la vida adulta, como estar sobrepasado por las responsabilidades. En Apocalipcat, el cambio climático, las guerras, la violencia y, después, el machismo que vive en su propio lugar de trabajo, la hacen decidirse y buscar la forma de crear la máquina que le dé el control del mundo a los michis.

Este no es tu cielo/Anarcocielo, aunque sea en un escenario postmortem, tiene personajes muy humanos. Lo que motiva a Osvaldo —no que tenga mucha opción tampoco— no es otra cosa que poder vivir el descanso eterno con un trago en la mano (lo podés leer gratis en mi colección de cuentos).

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    Agregale lo imposible, pero mantenelo humano

    El cielo en Anarcocielo es autogestionado y, en vez de querer crear un lugar lleno de luz y paz, Osvaldo quiere que el suyo sea un bar con alcohol ilimitado y cero resaca.

    Débora y Mike cambian de cuerpos. Ella, al despertarse en un lugar que no conoce, teme por la seguridad de sus hijas y, al descubrirse en el cuerpo de MIke, termina con un ataque de pánico. Algo parecido le pasa a Mike cuando una de las hijas de Débora la encuentra en el baño.

    Maya (gata) empieza a controlar la mente de los humanos y lo primero que hace es asegurarse de tener alimento húmedo de por vida. A fin de cuentas, Maya sigue siendo una gata: duerme mucho, tira cosas al piso y detesta encontrarse con otros gatos.

    Mantené el equilibrio entre lo imposible y lo real

    Lo imposible, en mis historias, no es el centro de la cuestión. El foco sigue estando en los personajes, en lo que quieren y lo que sienten.

    El centro de Apocalipcat es la relación entre sus personajes, sumergidos en un mundo injusto y violento.

    Para Débora y MIke implica ponerse en lugares en los que nunca soñaron que iban a estar. Ganar nuevos puntos de vista, fortalecerse, crecer y superar miedos.

    Para Osvaldo, si la historia continuara, sería la toma de responsabilidad de sus propias acciones y cómo estas afectan a quienes siguen vivos, consecuencias que permanecen inclusive después de su propia muerte.

    Lo potente de este tipo de historias donde algo completamente irreal se inserta en la vida rutinaria de las personas es que es fácil conectar con la parte emocional, pero también te deja espacio para darle liviandad y hacer de temas complejos, que suelen tirarnos muy abajo y a veces nos llevan a la inacción, más digeribles.

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